Matilde Molina Castillo

Querido Pablo:

Tu característica y casi permanente sonrisa, reflejo de tu bondad y nobleza, ha vuelto a perderse de tu cara. Una vez más, esto que llamamos la vida -algo que no podemos parar venga como venga- os ha elegido a vosotros para traeros nuevo y más dolor. ¡Como si no hubiese bastante con el que habéis venido soportando a lo largo de estos últimos años!

Conociéndote a ti, desde aquel día que Juan nos presentó -ya tu queridísima madre gravemente enferma-, se vislumbra aquello que de tales palos tal astilla. Tu abuela era una excelente persona. En ti no sólo se observa, palma y siente a una persona de buena voluntad, excelente disposición y siempre dispuesto hacia los demás y, si te ha tocado que sean los tuyos, mucho más, como es lógico y has dado ejemplo desde que tu madre tomó el camino de la otra vida. Ahora ha partido tu queridísima abuela Matilde. No sabemos lo que nos espera a la Otra Orilla, bien sabes que nadie nos ha dado noticia de ella, salvo, para quien cree y siente la verdad del mensaje que nos trajo hace dos mil años aquél que nos habló de amor contra el odio, como en alguna ocasión te he comentado yo sí confío en que algo tiene que haber, de lo contrario no llegarían las personas a ser tan afectuosas y dispuestas a atender a los demás tan generosamente como tú.

Tu abuela está ya Allí, con tu madre y con los seres queridos que fueron partiendo y que tanto le hizo sufrir a tu querida abuela. Ella misma, a tu ancho y hermoso corazón, te ha de estar mandando algún mensaje de consolación y de querer hacerte ver que, lo mismo que ya permanecerá para siempre en lo mejor de ti y de todos tus familiares, está contenta por ver como se la quería y apreciaba por todos comenzando por vosotros y también por amigas, vecinos y cuantos la trataron en esta vida que tan dura ha sido para ella.

Igualmente, tus sentimientos te lo hacen ver como hemos hablado esta mañana, estará sintiendo el dolor de esa persona que en estos momentos está sufriendo tremendamente, con la mayor amargura y desconsuelo, porque las caprichosas circunstancias la han entrelazado. Jamás he entendido como se puede llegar a verse uno relacionado con un acontecimiento como este cuando se es noble, muy buena persona y se desea siempre lo mejor para los demás.

Pablo, amigo y compañero querido, te ruego que traslades a todos tus familiares el más sincero pesar de Mari Carmen -que bien sabes que te aprecia- y el mío, y aunque sea fácil decirlo, pero sintiéndolo profundamente, no tienes más remedio que volver a reponerte en lo posible por cuanto supones para todos los tuyos y para todos nosotros.

Eres demasiado joven, los años de vida que nos diferencian son muchos, pero me permito afirmar que tu nobleza, bondad y calidad humana te seguirán ayudando para que todo esto lo superes lo antes posible y el dolor que ahora sientes se vaya convirtiendo en el inolvidable sentimiento de afecto que con los años se engrandece al recordar a nuestros seres queridos que partieron.

Un fuerte abrazo, querido amigo Pablo, extendiendo todo mi pesar a tus familiares y a esas buenas personas que tenía tu abuela que tanto la querrán para siempre.

Andrés.